A mis 30 años me di cuenta que no me amaba. Con un vago concepto del amor, yo era la última en mi lista de prioridades. Las lecciones más importantes de mi vida las he aprendido bajo circunstancias que nunca imaginé, algunas más fuertes de asumir que otras, pero todas tienen algo en común: el amor propio o la falta de el.
Soy una mujer colombiana que decidió viajar a Estados Unidos, en búsqueda de mejores oportunidades laborales, sociales y económicas. A mediados del 2019 llegué a Virginia, un estado del cual no sabía mucho en ese entonces. Al llegar a un país diferente, sin conocer la zona, con un idioma que no es mi lengua nativa, y además con la mayor parte de mi familia lejos, me enfrentaba a un reto mayor. Al principio viví con mi hermano, su esposa y su hija, pero en diciembre del 2020 decidí mudarme a un lugar solo para mi. Con más tiempo para conocerme y hacer aquellas cosas que tanto amo, empecé a encontrarle sentido al amor, porque para entenderlo, primero debía amarme a mi misma.
Cuando llegué a mi nueva casa estaba dichosa, por fin tenía mi propio espacio, podía hacer lo que quería, estaba viviendo en mi lugar soñado, pero resulta que el universo tiene maneras peculiares de incomodarte para que evoluciones. Durante mi segundo invierno, sufrí dos crisis de salud, ambas eran el resultado de no conocer mi cuerpo. Se sumaron además, una alimentación desbalanceada, bajo consumo de agua, pocas horas de sueño, estrés y la pandemia, lo que desencadenó un brote de colitis ulcerosa (inflamación en el colon) y la crisis más fuerte de rosácea (inflamación y enrojecimiento de la piel) que he tenido en mi vida.
En marzo del 2021 fui al segundo dermatólogo que he visitado en este país, al ver el estado tan crítico de mi piel dijo que necesitaría láser para mejorar su apariencia. Confieso que al principio no fue fácil asimilar lo que él me estaba diciendo, para mi recurrir al láser era algo extremo y el médico lo presentó como la única alternativa para mejorar mi aspecto. Al salir del consultorio con los ojos aguados me dije a mi misma: ¨Yo puedo sanarme, yo voy a sanarme, no voy a necesitar de ningún láser para mejorar el aspecto de mi piel¨ y así fue.
¿Cómo logré sanar mi cuerpo?
Empecé a aprender lo que realmente es el amor. Leí un libro que se llama ¨Cómo Amar¨, lo escribió Thich Nhat Hanh, uno de los maestros zen más conocidos del mundo, este libro fue clave para que yo cambiara mi percepción del amor. Cuando empecé a leerlo quise hacerlo sin prisa, quería disfrutar cada frase, interiorizar cada lección, reevaluar situaciones que viví con mis ex parejas, familiares y amigos. Este libro me impulsó a tomar decisiones de vida, dedicándole más tiempo a aquellas cosas que hacen latir con más fuerza mi corazón, disfrutarme, amarme, valorarme, respetarme, y descubrir el mundo espiritual del cual aún sigo aprendiendo y sorprendiéndome día a día.
Cuando decides amarte realmente, haces todo lo que esté a tu alcance para conocerte profundamente, empiezas a cambiar hábitos y a tomar decisiones radicales por tu bienestar físico y espiritual.
En mi caso tuve que investigar e identificar aquellos alimentos que debía consumir por su alto valor nutricional y cuales debía eliminar de mi dieta porque estaban agrediendo mi cuerpo. Mi mamá y mi amigo Bernie fueron de gran ayuda en este proceso. Algunos de los alimentos que tuve que eliminar de mi dieta fueron el gluten, los lácteos, las legumbres, el alcohol, el maní, los enlatados, los fritos, y los embutidos; y añadí alimentos como el vinagre de manzana en ayunas, la quínoa, la zanahoria, la coliflor, los espárragos, los champiñones y las semillas de chía. Incrementé el consumo de agua, dejé de maquillarme y elegí productos que hidratan y limpian mi piel sin lastimarla. Agradecí diariamente por mi proceso y por la vida que puedo disfrutar, aprendí a meditar guiada por mi hermana Mónica Albarracín, fundadora de Antakarana y mi maestra. Mónica ha sido una de las personas clave de mi proceso de sanación y vivo agradecida con ella por cada enseñanza, por cada consejo y por haberme compartido tres meditaciones que grabó, las cuales se han convertido en otro factor determinante para mi sanación y evolución espiritual. En una de esas meditaciones aprendí a canalizar mi energía, la energía cósmica y la energía de la tierra para SANAR MI CUERPO. (Haz click aquí para acceder a las clases meditación de Antakarana).
Al vivir este proceso me di cuenta que TODOS SOMOS PODEROSOS, debemos respetar nuestro cuerpo físico y espiritual, y agradecer por cada crisis que se nos presenta, ya que, al vivirlas, el universo nos impulsa a evolucionar y a sobrepasar nuestros límites, e indudablemente las lecciones que aprenderás cambiarán tu manera de ver la vida.
¡Date más amor, lo mereces! ♡
Autora: Nathaly Albarracín
Embajadora de Antakarana
Eres una de las personas más valientes, sensibles y hermosa que existe en este universo, te admiro infinitamente y tú eres capaz de lograrlo todo siempre ! Impecable siempre
Muchas gracias hermosaaa 😍 que palabras tan divinas ♡ muchas gracias por tu apoyo incondicional ❤
Sin duda alguna todo lo que sucede en nuestra vida tiene un propósito y de las situaciones más complejas vienen aprendizajes invaluables! Gracias por compartimos tu experiencia, gracias por tu energía que contagia al mundo.
Que hermosa eres! ❤
Gracias por siempre estar 🥰
Te admiró mucho por reconocer y enseñar todo tú proceso, las personas que caen y se levanta valen oro que bueno conocer la forma en que sanaste física y espiritualmente saludos desde Colombia 🙂
Muchas gracias Juan! Que lindo saber que existen personas que valoran y admiran mi proceso ☺ Te envío un fuerte abrazo 🤗 🙌🏻🍃
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