Cada vez más, oigo de personas que luego de una práctica terminan con muñecas hinchadas, lumbares doloridas o rodillas a las que tenemos que poner hielo para disminuir la molestia. O incluso peor aún, personas que terminan en una guardia de traumatología porque se han hecho algún daño que no les permite seguir con su rutina.
Yo me pregunto: ¿cómo puede ser que una práctica que fue creada para sanar genere tantas lesiones hoy en día? ¿Por qué cuanto más sufrimos la práctica sentimos que mejor lo estamos haciendo? ¿Por qué tenemos que llevar al cuerpo a límites para los cuales no fue diseñado?
A lo largo de mi certificación en Hatha Raja Yoga le he prestado especial atención a estas preguntas. En lo personal, mi inicio en el yoga fue en el estilo Mysore (o más conocido como Ashtanga Yoga) y no hubo un solo día a lo largo de mis 2 años de práctica que no sintiera dolores o me preocupara por alguna lesión que pudiera estar teniendo. Peor aún, cuando hablaba con mis profesores acerca de mis dolores, me instaban a seguir practicando con algunas variaciones, pero sin resolver el problema de base.
La respuesta es que el yoga de hoy en día, el yoga del Instagram, de los músculos grandes, de sobrepasar el límite, es muchas veces muy contrario al yoga en su esencia, el cual nadie explica ni se preocupa por explicar. Recuperemos algunos conceptos para ampliar un poco esta afirmación.
En el Sutra 1.2 del Samadi Pada Patanjali cita: “yoga chitta vritti nirodha”. Esta frase en sánscrito es la que define qué es el yoga y podría traducirse como: yoga es el cese de las fluctuaciones de la mente. Veamos entonces que yoga no es ser más flexibles ni hacer posturas bonitas. Yoga es buscar la calma imperturbable de nuestra mente para así poder evitar el sufrimiento y alcanzar la liberación (kaivalya). Cuánta distancia, ¿verdad?
En este sentido y volviendo al tema de las lesiones, si alguna vez el lector ha participado en una clase de yoga, lo primero que le habrá preguntado el profesor es: “¿tiene alguna lesión que yo deba conocer?”. Entonces ahí el lector habrá comenzado a pensar en aquella vez que se cayó del caballo y se fracturó el brazo o las veces anteriores que intentó practicar yoga pero le dolía mucho el cuello o en la caída que tuvo la semana pasada en la calle porque estaba resbalosa. ¿Qué logró el profesor con eso? Justamente lo contrario a lo que es el yoga: que la mente empezara a fluctuar. El lector habrá comenzado su práctica temeroso de hacer algo que perjudicara aún más esa lesión de la que se acordó.
Entonces el lector me preguntará: “¿puedo practicar yoga si tuve lesiones anteriores? ¿Mi profesor no debería saberlo?”. En primer lugar, un buen profesor de yoga puede darse cuenta desde el mismo saludo al sol si alguien tiene dificultades derivadas de una lesión y su trabajo será guiar al practicante hacia una práctica sana dentro de sus posibilidades que le permita cumplir con el objetivo primordial: cesar las fluctuaciones mentales y alcanzar la liberación. En cuanto a si puede o no practicar yoga, o mejor dicho practicar asanas que es sólo una parte dentro del yoga, la respuesta es sí. Todos podemos practicar asanas siempre y cuando lo hagamos conociendo y respetando los principios. Veamos sólo tres principios que me parecen muy importantes para hacer la práctica más disfrutable y menos pensada:
- Ahimsa. Es el primer yama que describe Patanjali. Se traduce como la no violencia pero dentro de la práctica del asana podemos entenderlo como no fricción. Asana no significa postura perfecta o postura bonita; significa postura cómoda. No seremos mejores yoguis por torcernos cual contorsionistas. Seremos mejores yoguis si estamos cómodos en la postura, porque de esa manera podremos beneficiarnos de ella. Si practicamos con ahimsa, es decir sin fricción, es decir escuchando y respetando el límite de nuestro propio cuerpo en el aquí y el ahora, es muy improbable que vayamos a cursar lesiones derivadas de la práctica.
- Bases de la postura. La base de la postura es lo más importante. Sin cimientos firmes el edificio se caerá, sin raíces largas y fuertes el árbol se torcerá. Con el asana pasa lo mismo: sin bases firmes y conscientes la postura tampoco lo estará, no podremos beneficiarnos de ella y podemos lesionarnos. Ahora bien, el lector preguntará: “¿cómo hago para saber cuál es la base de la postura que estoy haciendo?”. La respuesta es simple, sólo basta mirar dónde se está enraizando el cuerpo, qué es lo que me sostiene. Por ejemplo, miremos bhujangasana o postura de la cobra. Mis bases son la pelvis apoyada en el piso y las manos que me permiten abrir el pecho. Miremos otro caso, padmasana o postura del loto. Mi base son los isquiones, desde allí es que se arma todo mi árbol.
- Abyasa y vairagya. En el Sutra 1.12 Patanjali hace referencia a estos dos conceptos claves. Casi que nos diría: “¿Usted quiere liberarse? ¿Quiere que se su mente se calme y deje de sufrir? Pues entonces practique con abyasa y vairagya. Esto no es magia”. Abyasa se refiere a la práctica constante y a lo largo del tiempo. Mi práctica puede ser de tan sólo media hora dos veces a la semana, pero lo importante es que sea constante y sostenida en el tiempo. Allí es donde empieza a suceder el efecto benéfico. Pero Patanjali nos dice que con abyasa sólo no alcanza, sino que además tenemos que practicar vairgya que se traduce como el desapego. ¿Desapego de qué? De todo, incluso de la práctica misma. Ésta no puede ser cultivando el deseo o el fanatismo, queriendo obtener un beneficio. Debe ser desapegada. Patanjali nos diría: “usted practique tranquilo con total desapego que el beneficio solito va a venir”.
Estos son sólo algunos conceptos que traigo a colación porque me han ayudado a mí a entender la práctica de una manera distinta, más sana y natural. Ahora bien, el lector puede venir a reclamarme en unos meses que ha estado practicando con todos los principios habidos y por haber y que aún así siente dolor. Y eso es cierto. Puede existir algo de “dolor” en la práctica aún así estemos practicando con consciencia. Y escribo dolor entre comillas por la concepción que tenemos del dolor en el Occidente, muy distinta a la de Oriente. Y esto por qué es. Básicamente porque el cuerpo se está abriendo, se está acomodando. Así lo explica Matthew Vollmer en su libro “Asana y lesiones en Ashtanga Yoga”.
Pensemos algunos ejemplos. En sirshasana o la postura sobre la cabeza, hay practicantes que dicen que el cráneo duele cuando lo intentan y yo digo: “claro, cómo no va a doler si durante X cantidad de años te paraste sólo sobre los pies y ahora quieres pararte sobre la cabeza, ella no fue diseñada para eso”. Pero el sirshasana tiene un poder muy benéfico al invertir los flujos pránicos, la circulación de la sangre, la energía del cuerpo y, por eso es por lo que practicamos este asana. Lo mismo cuando hacemos kapyasana, nuestra rodilla a veces duele porque la rótula se está abriendo, no estamos acostumbrados a poner peso en la rótula. O como último ejemplo bhujangasana, la cobra. Si bien estamos protegiendo la lumbar al tener rodillas y pies juntos, nuestra espalda se curva y somos una sociedad tan de hombros cerrados que obviamente al principio lo vamos a sentir.
Entonces no te preocupes si sientes dolor derivado de la apertura o el acomodamiento del cuerpo. Mientras practiques con principios (yamas, niyamas, bases, regencias, abyasa y vairagya, entre otros) no vas a causar lesiones. Espero que este artículo sea una invitación a reencontrarnos con la esencia del yoga, menos de técnicas biomecánicas y más de principios.
Autor: Alejo Fernandez
Profesor de teatro musical y yoga, Co-fundador de @somoscast